sábado, 7 de noviembre de 2009

Un poema sin Dios.

Publidaco domingo 18 de enero de 2009 en el blog ENFUNDÁ LA MANDOLINA de la comunidad de El País.


Un poema sin Dios ¿A qué no arrastras a los mortales corazones, impía sed del oro?
Virgilio.



Israel, violenta y anárquica en la fe
es un poema sin Dios.

Gaza (agazapada) en su venganza de intifadas
es un poema sin Dios.

Uganda, bajo holocaustos de guerrilla indiferente
es un poema sin Dios.

La muerte estalla en las comisuras
de un terror impiadoso, incandescente:
Los infiernos tiranos que van a dar a la mar.
La tierra prometida sin promesas.

¿Dónde nos será dado encontrar la paz
si cada día se apaga,
en una suerte de música de orquesta interrumpida,
el sonido de millares de plegarias,
templadas al calor de vanas oraciones de poetas
que han cruzado información silenciosa
con hormigas y búhos en secreto?

Mis colegas
reemplazarán con falso pudor
la voz del escenario;
tal sacrílegos heraldos nihilistas
ornarán sus liras acaudaladas
con encargos de génesis de castas.
Herejes por opción de conveniencia
del rey de monarquías nauseabundas
cantarán su dolor como juglares
amancebados a la rancia nobleza de una estirpe;
abrumando con ayes de apariencias mentidas
la sanguina del mundo
irán timando
la inocente mirada del no nato
campeón de mediaciones macedónicas.

Supongo, en forma retroactiva,
sin permiso en el disenso,
que saben que matar es un pecado.
Supongo, que no importa,
que obedecen
a una sed insalvable y decadente,
bruno afán peligroso de altas cumbres,
del dictado de ángeles caídos.
Supongo,
¿cómo he de decirlo sin iracundia?
…que su hastío les demanda
emergencia de fama y de conquista,
un éxito de henchidas billeteras
que los prevenga del frío del invierno.

A esos jueces penales los declaro culpables.
Culpables de omisión y abatimiento.
Culpables de callar lo que aún ignoran.
Culpables de saber lo que han prohibido.
Culpables de sembrar adivinanza
en la cruda certeza de los ritos.
Culpables de los duelos, de las bombas,
Culpables del resumen
de misterios ateos, indigentes,
bajo llave.
Culpables por la rabia a toda vela
que embiste
en la hecatombe de sábados calientes
(de furia matan las perras).
Culpables de la Muerte que fue Vida.
Culpables
de arrollar con sus potros caballares
y sus cábalas de tonto jeroglífico
la mansa incertidumbre de los santos.

viernes, 28 de agosto de 2009

La persistencia de la memoria

LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA.





La persistencia de la memoria.
Obra de Salvador Dalí.



Un toro masturba su inconsciente solitario.

La langosta vestida de Gala

besa su reloj chorreante de 7 menos cinco.

Dos ausentes presentes.

Duro y blando.

Las cucarachas de Port Lligat

lejos del mar de mujer de roca madura

veneran a los dioses de la lenta satisfacción.

Serán las únicas que los sobrevivan

cuando todo termine en calas,

después de la persistencia de la memoria.

jueves, 20 de agosto de 2009

Dulce sueño mío

DULCE SUEÑO MÍO










Todo se ha ido esfumando.

De repente ha pasado el mundo

en su carroza de espejismo,

el mundo que ha cegado nuestros ojos.

El cielo está ahora gris de nubes tormentosas.

El ruiseñor bosteza

y trece rosas rojas

duermen

el infinito ensueño

de la resurrección.

La luna aletarga esta noche

con su tibieza de ángeles.

Presiento el paraíso

como una despedida de solteros,

donde bailamos juntos

y embriagados

la milonga del rastro perdido,

hasta que la aurora remonte el vuelo

del torvo amanecer.

La quemadura del tiempo

deshabitado y baldío,

angustia a quienes no han podido

subrayar el estribillo

con cuchillo de plata.

Nos vamos, ruinoso sueño mío,

¡Las horas que gastamos

sacando punta al lápiz!

La bruma, atribulado sueño mío.

Las tinieblas, el caos, la linterna,

el estereotipo de las escaleras.

El cochero está batiendo palmas

La puerta, entreabierta,

No te alcanzo, perfumado sueño,

engañoso sueño,

la herrumbre de la aldaba,

el lagrimal herido, la cerradura rota

la zona escampada entre difuminados ocres,

las líneas paralelas, los relinchos lejanos.

Nos vamos,

dulce sueño mío.

Acaso

nos volveremos a ver

en un cruce de sórdidos andenes.

martes, 7 de julio de 2009

HOY AMANECÍ MUERTA

Hoy amanecí muerta.
Quiero decir, amanecí, me levanté, tomé café, empecé la rutina diaria, no como un zombi ni una aparición sino como una muerta.
A ver si puedo sonsacarle a ese sentimiento de vejación física palabras escrupulosamente descriptivas. No parece tarea sencilla.
Quiero decir muerta en el sentido de haber perdido mi vida anterior y tener la percepción de un inexistente futuro a la vista, como si volara sobre una capa transparente de Superman. Con esa liviandad que los filósofos llamarían alucinación no fenomenológica. Ausente del espacio terrenal me vi muerta desde afuera de mis ojos, igual que ves a un cadáver inerte pero al revés. Yo era ese cadáver del escenario. No sé si me explico. Mi cadáver me veía circular por el piso, desnuda por completo. Aclaro que no es la primera vez que me sucede algo tan estrambótico y fatal. Me pasa cada dos por tres, llueve.

No puedo tocarme y en el espejo no aparece reflejada sino una lamparilla del dormitorio que titila.
Descubro apostada una sombra, a través de la claridad de la puerta de entrada. Alguien intenta acceder a mi casa. ¿Un ladrón? Nada de eso. Una persona, que presumo que ha de ser bastante mayor, un jubilado tal vez, quiere dejar una publicidad callejera, uno de esos folletos que nunca leeremos. Un panfleto, vamos.

La sombra se detiene, se dibujan sus pies en el contraluz, y permanece unos segundos observando a través del agujero de la cerradura -esto es real- extasiado con la imagen de una mujer desnuda (siempre ando desnuda porque vivo sola), pero su ojo ignora que no hay ninguna mujer allí, porque esa mujer que era yo, almohadilla en estos momentos su cuerpo en un féretro, rodeada de un penetrante olor a flores.

Mis pies se alzan varios centímetros del suelo (prueba fehaciente de que sigo fallecida) mientras me deslizo por el escritorio del recibidor y al verme el de la sombra comienza a silbar del otro lado, hasta que se acobarda por unos golpes que se escuchan en la retaguardia, y se va con disimulo sin dejar el catálogo, a contar la anécdota por ahí ("esta mañana vi una mina en bolas flotando por su casa preparándose para escribir una carta"). El hombre no podía distinguir que esto no era una carta sino un obituario. Mi testamento y réquiem.

Santina R.E., muerta el 9 de enero del año en curso, fue hallada por familiares dos horas después de haber sido estrangulada en su cama por un desconocido. Se presume que el asesino era una persona allegada a su confianza, dado que las primeras pericias revelan que no existen señales de violencia por forcejeos ni se ha robado cosa alguna.

Ahora andarán buscando al pobre volantero de las sombras. Dos testigos lo advirtieron desde la calle de enfrente, agachado en el umbral, espiando hacia el interior. El señor declarará que eso ocurrió a las diez de la mañana, que me vio sin ropas ("ni bombacha llevaba puesta la víctima") y eso es estrictamente cierto, dijeron los vecinos que lo pispearon. Pero el atraco, según el informe, se perpetró entre las 6 y las 8, y a las 10 el cuerpo ya empezaba a ponerse rígido y a enfriarse.

Dejaron ir al sospechoso, mas el hombre lloraba. "No puede ser", gemía. "La vi viva a las diez". Yo lo consolaba. "Sí, querido, sí, eso fue a las diez, no te preocupes.
Ellos no saben que esta mañana me levanté muerta. No digas nada. Andá tranquilo, un abrazo. Gracias por despertarme de la pesadilla."

Otra crónica de una muerte anunciada

OTRA CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA.



Hace frío aquí.
Abrumador frío de muerte.
Hay extraños vientos en la penumbra.
Las ventanas están cerradas.
Los portales no.
Jadean chirridos intermitentes
de ángeles caídos.
Puedo sentir tu respiración sofocante.
Fue un día duro para los decepcionados asesinos
de Rìo Cuarto o de Las Vegas.
Vivir es riesgo.
Morir es riesgo.
Lo interesante es descubrir porqué
y festejar en silencio.
Las huellas digitales se borran con el tiempo.
Las cicatrices se confunden con arrugas.
Ni Jesucristo en domingo.
Ni Judas por treinta dineros.
Apenas una canción.
Crudas palabras de un tedio intragable.
Letras deshechas
y un toque de queda.

jueves, 25 de junio de 2009

¿QUIEN SOY?




¿QUIEN SOY?




¿QUIEN SOY?


Esta bella fotografía fue tomada de la red y no figuraba el nombre de su autor, a quien felicito por su arte y me ofrezco a subir su nombre en cuanto me notifique su autoría.

¿Quién soy?

El contragolpe de las intrigantes
manipulaciones de perversos y sátrapas;
la miga de pan embrutecida
por el melancólico presagio
del cajón de sastre de Lewis Carroll;
tiro de gracia
a lo que me altera o me define
por aquello que nunca fui
ni volveré a ser jamás;
el bisbiseo de lo monstruoso y lo sublime,
el acmé y lo baladí;
la carne y la imprudencia;
el papel de una moderadora móvil
que pinta frescos en la memoria colectiva;
la risa fácil e imitadora
de Cátulo y Homero
en el crepúsculo seductor
de mis agónicos días
(solsticio de mi vida);
los muros del Mausoleo
adentrándose en las estepas del lobo;
la ostentosa limosna de los danzantes
alrededor de un pensamiento único;
la esfera hueca que contiene al fuego eterno
en la abstrusa obra de un Creador embriagado
y extraordinariamente silencioso;
la aventurera trivial
de los ritos del no cumpleaños;
el cóndor y la nube visitada a lomo de mula;
la imagen más lúcida del ruido;
la estatua de mármol redentora del suicidio,
el caballo del carro del lechero,
la que suelta las riendas,
arrea la montura,
diseña aparejos y gualdrapas:
la habitante de una aldea vecina
que no conoce de actos inaugurales;
la cortesana y vengadora luminosa
como una abuela secreta del sendero
de Caperucita Roja;
la traducción de un enano confundido
a aquella puerta abierta del Templo de Jano,
una inscripción en Delfos con miles de años,
la odiosa erudición de una Venus Sapiente
y la ridícula debilidad de Diana Cazadora
del vino espumante;
el perico parlante;
el perfume de los aires buenos,
los celos y la indulgencia
acicateando la mirada huérfana,
la coartada de una pompa de jabón
de violetas, en primaveras romanas
y
poco más o menos que eso.

PERSEO Y ANDRÓMEDA


PERSEO Y ANDRÓMEDA -

Escrito el 27 Jul 2008 -

"Perseo y Andrómeda" por Giorgio Vasari (Arezzo, 30 de julio de 1511 - Florencia, 27 de junio de 1574); arquitecto, pintor y escritor italiano.

Pintura (1570).
Imagen cortesía de Planet Art.

PERSEO Y ANDRÓMEDA.

(A Roberto Rafael Mercado Cárdenas)




Torpezas
de cabos sueltos
nos atan al peñasco
de los monstruos brunos.

Somos la cara y seca
de la mitológica Creación.
El aire y las aguas.
La tierra y el deseo.
Un vecchio luppo di mare
rescata a su Andrómeda
atada al palo adverso.
Envidiosas las Nereidas,
aúllan para convidar
al Pegaso alado
en la aurora boreal
y occipital.

Los enamorados navegantes
no se rinden ante el simulacro.

Las apariencias engañan
siempre que quieran engañar.
Porque casi,
casi nunca es nunca
y nunca es casi siempre jamás,
jamás es siempre,
y siempre es casi también
nunca y jamás.

¿Arrojar los escudos al aire es suicida?

De cualquier forma,
igual hemos de morir.
Lo confirmamos
desde nuestras inmortalidades
de instante absoluto y perfecto.

Todo suicidio
es una desinfección
del óbito de los carceleros.

LA LEYENDA DE ZELDA

LA LEYENDA DE ZELDA.


a Shigeru Mishamoto.

En un cofre dorado del tamaño de un cuis,
decordado por sustantivos y reminiscencias,
me encerré por dentro
con la penumbra en brazos
y la tristeza apoyada sobre mis espaldas.

Cuando me hallé en el desván,
tiempo más tarde,
abierta, raída y frágil,
lejana de la parafernalia
y la devoción por fantasmas
en el bosque,
con los cuatro nombres de
Mujercitas
en Wonderland,
no quedaba de aquel baúl más que un recuerdo,
un agujero sin árbol,
un espejo seco,
una llave
abandonada en cenizas,
intactas, eternas, mentirosas.
El Agitador del Viento
deshizo el acertijo bautismal
y ningún Link: el Guerrero,
apareció para salvarme.

miércoles, 24 de junio de 2009

La suicida

LA SUICIDA.


Mírate asquerosa cobarde.
Recuperaste de la subsistencia
el perdido color de viejos pasos,
que antes se escabullían de tu piel
con el ritmo constante,
de los acordes de un teclado
con furtivo encrespamiento.
Vomitarás sobre el embriagador
desdén de esquivos girasoles
y de cabelleras lustrosas
que coronan ninfas inveteradas.
Escapaste al infierno,
para entrar en él.
A él.

Víctima de perpetua paradoja
yo misma te condeno.
Los labios apretados
serán el signo de tu esclavitud
que tiritará de frío,
impávida e insensata
en los tizones de los terremotos
que exprimen las entrañas
para escupir lava y fuego.

Te olvidarás de mí,
de la melancolía estruendosa
de quienes perdimos los sueños
entre mariposas blancas
imaginadas por el cerebro descontento
cuando la pasión no lo abrasa.
Adjudicada a tu cuerpo y alma
serás de todos para ser
siempre sola y de nadie.
Los apellidos mundanos te esperan;
los sonidos te consuelan a medias:
las rimas dejan de ser signos macabros
para chillar soberanas
entre tus medusas
híbridas y efímeras.

Estaré, a pesar de todo,
estaré
acechando los ecos
de tu océano cada vez
que la noche esté llegando.
No te avisaré la próxima ronda
ni te daré tregua.
Te obligaré a tomar la navaja decisiva.
sepultando tu miedo secular y nutrido
por la tierra madre.
Vendré a ahorcarte con mis palabras.
Te azotaré entre los secretos
y avatares del demonio.
La vida que ganaste es eventual.
Nonata. Imperfecta.
Pasajera de un tren que descarrila
en cada alcázar.
Tu carne de mujer será débil,
cederás a mi reclamo.
Y yo, serpiente ebria
mecida en la cuna
por tu propia mano creadora,
te recordaré las mansas horas
en que estuviste conmigo
fuera de las coordenadas
del tiempo y el espacio.

FEDRA

Fedra






Ho ogni furia d’amore...
Racine.

Sola ante mí misma,
Impropiamente desnuda,
seca y astillada en piel,
desalbergada
en trazos del tiempo fenecido,
microscópica,
almacenada
en la infausta turbulencia de los años,
segmentada dentro de un orden,
exangüe y fragmentaria en la arrogancia,
subrogada en tiranías umbrosas,
cursi hipopótamo anónimo,
escéptica,
resumen crucial
de novelista deplorable
y trituradora de asquerosidades mundanas,
escalpelo del bosquejo,
hilacha de perezas y furores,
padeciente de injurias denostadas,
con mi santo y seña a cuestas,
centinela imperdonable,
remolona que se condena
en enredaderas liliputienses,
incognoscible, suicida,
bravía a tumbos,
edificio en ruinas con visillos de mal gusto,
doblegado sauce llorón,
quebradiza, demudada,
heme aquí,
como Fedra,
sola.

APOLOGÍA DEL SUICIDIO.

APOLOGÍA DEL SUICIDIO.






El amor por definición es eterno, nena.





Sigamos insistiendo.





El amor por definición es eterno, nena.

Si un solo ser humano fuera
capaz de amar a alguien hasta morir,
sigamos insistiendo.
Hay tanto trecho del amor al odio,
como distancia escapa
de la verdad a la mentira:
apenas un punto contuso.
Un punto euclidiano no tiene medida,
ni dimensiones, ni peso. Es un ente
de la gris geometría como una recta o un plano.
Un dibujo trazado en la imaginación.

Los encefalogramas muertos
dicen que es complicado
desde aquel lugar
querer convertirse en poeta.
Nuestros salubérrimos cartílagos,
la briosa osamenta que nos sostiene,
los músculos y carrilladas
de química heterogénea,
con acentos ortográficos
y perpendiculares
que zanjan inconvenientes variados,
son renuentes al pesimismo.


Si digo lo contrario y me cruzo de vereda
tendré una excusa perfecta
para mi suicidio, esta noche abatida.


Un suicidio perfecto de los pies a la cabeza
a la orilla de mares ilusorios.
Brutal desolladura.
Rasguño, esclusa, excoriación fatal:
Tautología y certeza.

Sigamos insistiendo.

Es la vida una repetición inútil y viciosa.
Una prerrogativa inconveniente
que nos deja inermes ante el peligro
del amor.
El amor.
El amor. Ahí está.
Míralo.
Míralo. Huele igual que las flores estivales.
Un saturnal con guirnaldas.
Una herejía. El cielo.
Un suicidio mayor no negociable.

Sigamos insistiendo.

El conflicto es el hombre – dijo Heráclito -
¿dónde residirá el problema atávico?
preguntamos nosotros.
Morir, matar,
amar, temer, partir.
Los verbos regulares
e irregulares.
Mejor matar, mejor morir.
en sazón y dignamente.
Amar la muerte.
Temer la vida.
Partir del mundo
con la conciencia tranquila.
Nada hemos conquistado con quedarnos
a consumar los ritos ancestrales
para resistir este culto,
de sobrellevar nuestros nombres,
el terco fenómeno existencial
de la nada.
La nada que se viene tras la muerte.
La nada intrascendente, que es la vida
que llevamos sin vivir
por fuerza de la costumbre.