jueves, 25 de junio de 2009

¿QUIEN SOY?




¿QUIEN SOY?




¿QUIEN SOY?


Esta bella fotografía fue tomada de la red y no figuraba el nombre de su autor, a quien felicito por su arte y me ofrezco a subir su nombre en cuanto me notifique su autoría.

¿Quién soy?

El contragolpe de las intrigantes
manipulaciones de perversos y sátrapas;
la miga de pan embrutecida
por el melancólico presagio
del cajón de sastre de Lewis Carroll;
tiro de gracia
a lo que me altera o me define
por aquello que nunca fui
ni volveré a ser jamás;
el bisbiseo de lo monstruoso y lo sublime,
el acmé y lo baladí;
la carne y la imprudencia;
el papel de una moderadora móvil
que pinta frescos en la memoria colectiva;
la risa fácil e imitadora
de Cátulo y Homero
en el crepúsculo seductor
de mis agónicos días
(solsticio de mi vida);
los muros del Mausoleo
adentrándose en las estepas del lobo;
la ostentosa limosna de los danzantes
alrededor de un pensamiento único;
la esfera hueca que contiene al fuego eterno
en la abstrusa obra de un Creador embriagado
y extraordinariamente silencioso;
la aventurera trivial
de los ritos del no cumpleaños;
el cóndor y la nube visitada a lomo de mula;
la imagen más lúcida del ruido;
la estatua de mármol redentora del suicidio,
el caballo del carro del lechero,
la que suelta las riendas,
arrea la montura,
diseña aparejos y gualdrapas:
la habitante de una aldea vecina
que no conoce de actos inaugurales;
la cortesana y vengadora luminosa
como una abuela secreta del sendero
de Caperucita Roja;
la traducción de un enano confundido
a aquella puerta abierta del Templo de Jano,
una inscripción en Delfos con miles de años,
la odiosa erudición de una Venus Sapiente
y la ridícula debilidad de Diana Cazadora
del vino espumante;
el perico parlante;
el perfume de los aires buenos,
los celos y la indulgencia
acicateando la mirada huérfana,
la coartada de una pompa de jabón
de violetas, en primaveras romanas
y
poco más o menos que eso.

PERSEO Y ANDRÓMEDA


PERSEO Y ANDRÓMEDA -

Escrito el 27 Jul 2008 -

"Perseo y Andrómeda" por Giorgio Vasari (Arezzo, 30 de julio de 1511 - Florencia, 27 de junio de 1574); arquitecto, pintor y escritor italiano.

Pintura (1570).
Imagen cortesía de Planet Art.

PERSEO Y ANDRÓMEDA.

(A Roberto Rafael Mercado Cárdenas)




Torpezas
de cabos sueltos
nos atan al peñasco
de los monstruos brunos.

Somos la cara y seca
de la mitológica Creación.
El aire y las aguas.
La tierra y el deseo.
Un vecchio luppo di mare
rescata a su Andrómeda
atada al palo adverso.
Envidiosas las Nereidas,
aúllan para convidar
al Pegaso alado
en la aurora boreal
y occipital.

Los enamorados navegantes
no se rinden ante el simulacro.

Las apariencias engañan
siempre que quieran engañar.
Porque casi,
casi nunca es nunca
y nunca es casi siempre jamás,
jamás es siempre,
y siempre es casi también
nunca y jamás.

¿Arrojar los escudos al aire es suicida?

De cualquier forma,
igual hemos de morir.
Lo confirmamos
desde nuestras inmortalidades
de instante absoluto y perfecto.

Todo suicidio
es una desinfección
del óbito de los carceleros.

LA LEYENDA DE ZELDA

LA LEYENDA DE ZELDA.


a Shigeru Mishamoto.

En un cofre dorado del tamaño de un cuis,
decordado por sustantivos y reminiscencias,
me encerré por dentro
con la penumbra en brazos
y la tristeza apoyada sobre mis espaldas.

Cuando me hallé en el desván,
tiempo más tarde,
abierta, raída y frágil,
lejana de la parafernalia
y la devoción por fantasmas
en el bosque,
con los cuatro nombres de
Mujercitas
en Wonderland,
no quedaba de aquel baúl más que un recuerdo,
un agujero sin árbol,
un espejo seco,
una llave
abandonada en cenizas,
intactas, eternas, mentirosas.
El Agitador del Viento
deshizo el acertijo bautismal
y ningún Link: el Guerrero,
apareció para salvarme.

miércoles, 24 de junio de 2009

La suicida

LA SUICIDA.


Mírate asquerosa cobarde.
Recuperaste de la subsistencia
el perdido color de viejos pasos,
que antes se escabullían de tu piel
con el ritmo constante,
de los acordes de un teclado
con furtivo encrespamiento.
Vomitarás sobre el embriagador
desdén de esquivos girasoles
y de cabelleras lustrosas
que coronan ninfas inveteradas.
Escapaste al infierno,
para entrar en él.
A él.

Víctima de perpetua paradoja
yo misma te condeno.
Los labios apretados
serán el signo de tu esclavitud
que tiritará de frío,
impávida e insensata
en los tizones de los terremotos
que exprimen las entrañas
para escupir lava y fuego.

Te olvidarás de mí,
de la melancolía estruendosa
de quienes perdimos los sueños
entre mariposas blancas
imaginadas por el cerebro descontento
cuando la pasión no lo abrasa.
Adjudicada a tu cuerpo y alma
serás de todos para ser
siempre sola y de nadie.
Los apellidos mundanos te esperan;
los sonidos te consuelan a medias:
las rimas dejan de ser signos macabros
para chillar soberanas
entre tus medusas
híbridas y efímeras.

Estaré, a pesar de todo,
estaré
acechando los ecos
de tu océano cada vez
que la noche esté llegando.
No te avisaré la próxima ronda
ni te daré tregua.
Te obligaré a tomar la navaja decisiva.
sepultando tu miedo secular y nutrido
por la tierra madre.
Vendré a ahorcarte con mis palabras.
Te azotaré entre los secretos
y avatares del demonio.
La vida que ganaste es eventual.
Nonata. Imperfecta.
Pasajera de un tren que descarrila
en cada alcázar.
Tu carne de mujer será débil,
cederás a mi reclamo.
Y yo, serpiente ebria
mecida en la cuna
por tu propia mano creadora,
te recordaré las mansas horas
en que estuviste conmigo
fuera de las coordenadas
del tiempo y el espacio.

FEDRA

Fedra






Ho ogni furia d’amore...
Racine.

Sola ante mí misma,
Impropiamente desnuda,
seca y astillada en piel,
desalbergada
en trazos del tiempo fenecido,
microscópica,
almacenada
en la infausta turbulencia de los años,
segmentada dentro de un orden,
exangüe y fragmentaria en la arrogancia,
subrogada en tiranías umbrosas,
cursi hipopótamo anónimo,
escéptica,
resumen crucial
de novelista deplorable
y trituradora de asquerosidades mundanas,
escalpelo del bosquejo,
hilacha de perezas y furores,
padeciente de injurias denostadas,
con mi santo y seña a cuestas,
centinela imperdonable,
remolona que se condena
en enredaderas liliputienses,
incognoscible, suicida,
bravía a tumbos,
edificio en ruinas con visillos de mal gusto,
doblegado sauce llorón,
quebradiza, demudada,
heme aquí,
como Fedra,
sola.

APOLOGÍA DEL SUICIDIO.

APOLOGÍA DEL SUICIDIO.






El amor por definición es eterno, nena.





Sigamos insistiendo.





El amor por definición es eterno, nena.

Si un solo ser humano fuera
capaz de amar a alguien hasta morir,
sigamos insistiendo.
Hay tanto trecho del amor al odio,
como distancia escapa
de la verdad a la mentira:
apenas un punto contuso.
Un punto euclidiano no tiene medida,
ni dimensiones, ni peso. Es un ente
de la gris geometría como una recta o un plano.
Un dibujo trazado en la imaginación.

Los encefalogramas muertos
dicen que es complicado
desde aquel lugar
querer convertirse en poeta.
Nuestros salubérrimos cartílagos,
la briosa osamenta que nos sostiene,
los músculos y carrilladas
de química heterogénea,
con acentos ortográficos
y perpendiculares
que zanjan inconvenientes variados,
son renuentes al pesimismo.


Si digo lo contrario y me cruzo de vereda
tendré una excusa perfecta
para mi suicidio, esta noche abatida.


Un suicidio perfecto de los pies a la cabeza
a la orilla de mares ilusorios.
Brutal desolladura.
Rasguño, esclusa, excoriación fatal:
Tautología y certeza.

Sigamos insistiendo.

Es la vida una repetición inútil y viciosa.
Una prerrogativa inconveniente
que nos deja inermes ante el peligro
del amor.
El amor.
El amor. Ahí está.
Míralo.
Míralo. Huele igual que las flores estivales.
Un saturnal con guirnaldas.
Una herejía. El cielo.
Un suicidio mayor no negociable.

Sigamos insistiendo.

El conflicto es el hombre – dijo Heráclito -
¿dónde residirá el problema atávico?
preguntamos nosotros.
Morir, matar,
amar, temer, partir.
Los verbos regulares
e irregulares.
Mejor matar, mejor morir.
en sazón y dignamente.
Amar la muerte.
Temer la vida.
Partir del mundo
con la conciencia tranquila.
Nada hemos conquistado con quedarnos
a consumar los ritos ancestrales
para resistir este culto,
de sobrellevar nuestros nombres,
el terco fenómeno existencial
de la nada.
La nada que se viene tras la muerte.
La nada intrascendente, que es la vida
que llevamos sin vivir
por fuerza de la costumbre.