sábado, 29 de octubre de 2011

Pesadumbre: el gato negro

Si yo antes de nacer fui un gato negro

y después de parir: un pez marino;

si nadie me salvó en la encrucijada

en el puerto del mar de mi suicidio;


si el viento pudo ser lo que sería

y el rayo torbellino del desierto

eléctrico y fatal de mi presencia,

pues Plauto supo ver al lobo oculto

en la fiereza humana de los muertos.


Si cenizas volcánicas propalan

la fruición de herejía donde yazgo;

si las furias son mástiles ingrávidos

y el dogma fiel espectro de los tiempos;

si la Tierra es la cuna del extraño

que llega de otros mundos

y nadie reconoce una batalla

en la ardua desmesura del silencio.

Si heraldo y mensajero se confunden.



Si nadie toca el timbre de tu tacto

si espesa es la tragedia del viajero

y nunca se acobarda el sentimiento,

si vuelvo, si no voy, si habré llegado,

si pierdo, si no estoy, si me han marcado,

la propia humanidad

del alma recogida

en la pátina cérea y desmembrada

-que acaba como el sol echando chispas-

es una sensación inveterada

en donde la intuición se vuelve mecha

de cierta inteligencia, que exacerban

-en superlativo grado, vena u horizonte-,


la mentira, el amor, la complacencia,

y no acierta al horror de su cesura

al corte del cuchillo que amenaza

la incierta percepción del infortunio.



Si no entienden mi verso, si lo alaban,

si el cristal no es tan frágil ni tan ciego,



si finjo, si ofendí, si hube pecado,

si la magia es la ciencia de los pobres

y el capricho perturba en las mañanas,

encuéntrenme en la paz de la corteza

del árbol que da caldo con su savia,

del hielo que desgarra cordilleras,

de el luctuoso llanto y la esmeralda



que pagué como súbdita al prelado

y en este testamento se legisla,

para acierto y pasión de mi denuncia

contra la inútil vida que tenemos

contra la inútil muerte que gozamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes dejarme tus datos, tu correo virtual o tu teléfono y te ayudaré a suicidarte.