sábado, 7 de abril de 2012

Nada es definitivo, excepto la muerte.

I

Nuestra existencia es: un mito contradictorio,
un gusto compartido donde el tiempo es el centro,
un jardín de nogales, y algún feliz encuentro,
un susto sin sentido, un ruido de abalorio.

Una tarde perdida en desierto dormitorio,
engreimientos vanos  del vino del borracho,
una luz sin medida con  gloria de  muchacho,
una tibieza inédita, un saber ilusorio.

Respiros genuinos, religiones sustitutas,
un callejón sin salida, ensueños de la moda
con demencia senil,  lecciones de tortura.

Gobiernos contagiosos, los pechos de las putas,
Países y fronteras, un vestido de bodas,
las pizzas adobadas y la Pasión impura.

                                II-

Nuestra existencia, ataca, presume, se defiende,
procura golosinas, promete maravillas
en palabras escritas con ripio y banderillas
avergüenza a los necios, y a veces, los enciende.


El  gris hilo  delgado donde la vida pende
parece un tronco grueso que tributa semillas
al hombre y su fanfarria  de harenes de costillas
que inventan la injusticia que mata y nos ofende.


Y así vamos llegando, medianamente a viejos,
soñando con las griegas leyendas y contritos,
floridos o eclipsados detrás de los espejos,


metidos en la  jaula que nos burla a  los gritos,
volando hacia la nada, tan cerca y tan lejos
nos aguarda el Dios-Eros,  igual que a los monitos.







Nada es definitivo, excepto la muerte.

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