miércoles, 16 de enero de 2013

cartas por e-mail







De repente,


empezó a mandarme cartas por e-mail.


El ejercicio del poder


que detentaba sobre mí,


durante tantos meses,


sus complicidades indefensas,


provechos y tercas indigencias,


sonidos y ventajas del sigilo


que se escucha en la ventana,


fueron la causa de esta depresión


que llama crisis por no llamarla tristeza.

“No se puede ser tan ignorante


como para no saber quién soy “


me escribía.


Yo hacía como que ignoraba


su juego perverso y malévolo,


y remitía telegramas


a su domicilio postal


incógnito y anónimo,


siempre untuoso de virtudes vagas.


“Me importas más como espejo


que como olla popular “


bromeaba y borroneaba.


“Tremenda forma de seducir a los vampiros”.


¿Quién te pueda hacer el soporte


para que no se escuche tu voz
sino yo mismo?, apuntaba.


Hasta ahí todo está perfecto,


un chico guapísimo.


“¿Fumas, mujer de mi vida?


Ya estamos presentados y te quiero”,


recalcó.


“Abandoné la escuela antes de nacer”


mintió para complacencia de su ego.
Mis respuestas siempre eran idénticas:
“Deja de acosarme o te denunciaré a la policía”
Stop.


Lo cuento ante miles de espectadores.


Sus cartas de amor inspiradísimas, poéticas,


casi argentinas,


se enrollaban en el papiro virtual


de los cables de una red inalámbrica.


“Me estás haciendo un lío
ya no sé con quien hablo,


deja de fastidiar”.


“Mi ávida barriga deglute todo lo que encuentra


en el guion de la basura” gemía


y me sentí representada,


avergonzada,


como viene sucediendo hace 40 años o más


en los que mi vida fue acaso una novela


atesorada,


cincelada por el graznido del palmípedo.


El encanto del misterio


y la lucha por la supervivencia:


Adicciones eternas como el bingo, la comida y el trabajo.
Adicciones que siempre acaban mal.


Salvación que aprende todo lo que sospecha


porque no sabe con certeza


el día de la noche fatal y última.


Mi médico me dijo esta mañana


que soy hipersensible,


(enviar como un mensaje),


con un débil carácter en un mundo competitivo y voraz


que huele a mierda de cerdo


y pis de gato.


Quise decirle que lo amaba,


tal vez porque lo amaba.


“Por favor no llores”,


O quizás que lo deseaba


si me deseaba,


que estuve reflexionando:


“Quiero hablar contigo,


en persona”.


Escribir es complicado.


La impaciencia mata.


¿Puedo verte mañana?


Mi propensión de respuesta


no pudo ser enviada


debido a que el usuario


Arzobispo del Garfio envenenado


informa el servidor,
está desconectado de la vida.



















martes, 1 de enero de 2013

Decepción


Y este esbozo es apenas un incauto latido,
un enjaulado grito
que irradia las lunas de la transgresión.
Siempre se acaba cubriendo
las amontadas ganas seculares
en capas de furia de invierno
que esconde sus colmillos,
paños fríos y ríos
en la desilusión.
La maltratada noche que incendias
vuela por los pórticos,
desierta de venas
de esas que encadenaste
a nuestros pies descalzos de hábito y sentido.
Devuelve la cara,
levanta telones de historias
jamás dichas,
puebla las amargas hora
por la sinrazón que te azota,
vuelca esos alientos
sobre el puente que une
los poemas de nuestro
oprobioso mito bicéfalo.
Desde que comenzaste a desenroscar
besos cóncavos
se le pusieron a mis cirróticos versos
las rimas en amarillo.
El único delito que cometí
fue no tener tino y
columpiarme hasta marear
la motivación de los motivos.
Pero la sangre no hizo pie en el río
sino hélice en el humo.
Ahora soy un fugitivo
protagonista de un narco recorrido.
Las historias que no pasarán
a la historia
son esas que al estómago sonrojan
con inquietas cosquillas que azotan
y restriegan
tirando por la borda
los días de vino y rosas.
Ya son demasiados septiembres
entre los dientes,
demasiados fracasos en las sienes
fundidos alicates,
desengaños que intentaron
cruzar ajados aeropuertos inaccesibles.
Lapidar el pasado
es jugar con fuego,
con gasolina rociada en las manos.
Suminístrame un pico y una pala
que duren
la eternidad de un suspiro
Mas luego...
dame tiempo para que pueda ser
alguna vez
yo misma sin precipicio.


decepción